¿Qué escribir después de tanto sufrimiento, de tanto dolor, de tanto asco, repugnancia, de tanta pena? No hay palabras que puedan mitigar esta desazón, ni abrazos que valgan para reconfortar a esa niña asustada, presa en su propio hogar del mayor de los terrores, los abusos físicos y sexuales. No hay cura para superar eso, no existe el antídoto para sobreponerse, no hay nada.
En esta novela basada en su vida, según he leído por ahí, suavizando su experiencia que aún era más atroz, Allison retrata la pobreza blanca sureña, la violencia arraigada, la intolerancia, en una familia numerosa donde el alcohol, los trabajos precarios, el paro, están a la orden del día.
Es un libro largo, quizás la parte del gospel y los predicadores se me hizo más pesada es solo por poner un pero a un librazo de los que pegan fuerte. Y además se compensa con todo lo demás.
Destacar el amor sin condiciones, los inquebrantables lazos familiares con los hermanos y hermanas de la madre, esa piña tan poderosa, los Boatwright, que aunque son auténtica basura blanca se mantienen unidos contra todo y contra todos, bendita familia.
Y Bone se queda en mi memoria, y allí la acompañaré, sin decirle nada, hasta que la vergüenza y la culpabilidad infantil, tremendo que esto sea así pero lo es, pasen a ser otra cosa.