Descubrí a Celeste Ng a través de Pequeños fuegos en todas partes, novela que funciona como un reloj y cuyo entramado aflora todo un abanico completo de reflexiones en torno a las maternidades. No es tan común encontrar esta forma de escribir en la que se establezca un equilibrio tan certero entre afinación literaria y argumental, cosa que permite que el libro teja tantísimos puentes entre diferentes perfiles de lectores y todos puedan acabar satisfechos. Con Corazones perdidos, estamos ante una novela que cumple los mismos requisitos, pero en un entorno más próximo a la distopía de corte plausible y con un tema de fondo más grandilocuente; cosa que podría echar a perder parte del hechizo intimista que suele beneficiar a la autora. Pero no sufráis, en esta ocasión también sale airosa y sabe dotarla de sentimiento y épica, aunque no consiga la redondez narrativa de su predecesora. No sé si se entenderá, pero Celeste Ng tiene la gran virtud de que cuando lees una novela suya, te falta tiempo para sacarla a colación en cualquier conversación, consiguiendo, además, la atención de tu audiencia al relatar su argumento.
¿De qué trata Corazones perdidos?:
Una crisis económica sin precedentes en los Estados Unidos, despierta una animadversión contra la comunidad asiático-americana, dado que la clase política se aúna en culpar al gobierno chino de todos los males que han atenazado al sistema. Poco a poco, la normalidad va regresando a una sociedad que sigue en estado de shock, pero hay algo en el contrato social que ha cambiado. Ahora impera una ley votada por la ciudadanía, que actúa implacablemente y arbitrariamente contra cualquier acción o pensamiento antipatriótico. Si se te considera una amenaza, no es descartable que tus hijos te puedan ser arrebatados. Imagínate, entonces, si se te señala públicamente como la líder intelectual de las protestas que comienzan a surgir por el país.