Una ruptura de pareja de treintañeros. Él es un SEO specialist que acaba buscando cobijo en un piso que es la guarida de las mejores mentes de una generación (ya no sé cuál) destruidas por la hiperconectividad, hambrientas histéricas desnudas, programando logs y posicionando la metadata del amanecer en busca de una vidriosa mirada, hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna, que ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad inalámbrica, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando pantallas, que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo.
Discotecas por fuera alberga algo de un Strangers Things adulto e intelectual, con un Upside Down, más real y, por ende, más tenebroso, que se propaga… y que, al parecer, los inquilinos de este piso de Barcelona, son los únicos cuerdos capaces de reducirlo.
Novela muy necesaria, que juega con una vertiente grillada para acabar siendo un artilugio literario complejo, que se atreve a indagar en una de las cuestiones que deberían ser más atrayentes para los escritores contemporáneos: el efecto nocivo de la hiperconectividad en las relaciones puramente humanas.