De vez en cuando vuelvo a la obra de Jon Bilbao. Sus relatos me han acompañado durante casi una década. Sus novelas también me enganchan, desde esa novela kafkiana de El hermano de las moscas, hasta ese relato sobre la incomunicación y la fascinación por lo desconocido que son Los extraños, hasta el rocambolesco encuentro entre alumno y profesor en Padres, hijos y primates, una novela sobre el rencor.
Su obra diría que a grandes rasgos va sobre la crisis moral del ser humano contemporáneo, las construcciones de los lazos afectivos y el descubrimiento de cómo somos y actuamos ante situaciones límite. Por supuesto es mucho más, pero estos temas aparecen casi siempre en su obra. En Física familiar se reúnen relatos de tres etapas de su carrera literaria, algunas muy primigenias.
¿Y qué ha sucedido cuando he vuelto al Jon Bilbao de los comienzos, diferente al ya más maduro de Basilisco o Los Extraños? Pues que me han vuelto a enganchar. Sus relatos suelen partir de un protagonista en una situación de incertidumbre que se ve afectado por un elemento exógeno que, o bien le hace dudar de su pasado o bien le empuja hacia un futuro incierto. Le obliga al cambio, en definitiva. Lo hace el autor asturiano con su habitual economía del lenguaje y esa atmósfera inquietante, de forma sobria y con un dominio del tempo de la historia marca de la casa. Los relatos más que leer, se beben.
En este volumen, varios relatos, uno en el que aparece un perro en una zona de oficinas vacía, el del padre que se enfrenta a la tenebrosa construcción de Lego del hijo, el de aquel novio que cree ver a la dependienta de una tienda morir en un accidente o la incursión hacia las tinieblas de dos hermanas cazatesoros en un barco abandonado, son excelentes.
Cada cual tendrá sus favoritos, pero tienen los relatos de Jon Bilbao una conexión casi atemporal que hilvana todas sus historias, para las que el tiempo pasa muy bien. Como si se empeñara en crear una obra total compuestas por piezas. Lo leo, además, porque me retrotrae a una parte de mi vida en la leía mucho relato, devolviéndome sensaciones de otros tiempos, cuando descubría la magia de este formato.