Que Sarah Manguso es una poeta reconvertida a novelista para esta ocasión se nota desde el primer momento. Es una novela que se tendría que leer con un teodolito, dado que la vista humana no es capaz de poder medir ángulos y desniveles con tanta precisión como requieren sus acerados párrafos. Este pulido uso del lenguaje como herramienta narrativa recuerda al trabajo de otras autoras como Mary Robison. La topografía narrativa es lo más destacable de este libro, aunque hay elementos muy meritorios en el fondo, no solo en la forma. Como la trabajada voz aséptica de Ruthie, la adolescente que nos destripa lo putrefacto tras el decorado de Waitsfield (Massachusetts), uno de las primeros asentamientos de los colonos, convertido a finales de los 90 en una población decadente y resentida.
Gente muy fría ha sido señalado por el New Yorker como uno de los libros destacados del 2022.