Aixa de la Cruz ha escrito una novela extraordinaria; quizás es el texto en el que más contemporiza su apabullante pálpito literario, y nos brinda un libro capaz de abrirse a un público más amplio sin renunciar a su habitual garra. Las herederas es muchas cosas, quizás la más visible es que se trata de un libro de capilaridad feminista, para nada dócil con sus cuatro protagonistas. Cuatro primas treintañeras pasan un fin de semana en la casa que recién han heredado de su abuela, quien decidió quitarse la vida de forma súbita. Cada una de ellas llega con sus heridas, sus miedos y sus membranas. En un principio las personalidades parecen marcadas, pero la convivencia se vuelve catártica y todo emulsiona por pura sororidad, aunque también allanado por la ingesta (consciente o no) de agentes psicoactivos, y no de uno cualquiera. Las que parecen tener su vida más afianzada, serán las que más van a ver amenazada su estabilidad emocional con el transcurrir de los días.
No es que suceda nada sumamente desestabilizador a lo largo del fin de semana, pero agentes externos, la culpa como agujero negro, los cantos de ogros que esperan su vuelta a perversas rutinas, la maternidad y la propia identidad, la precariedad sistémica, el fantasma de una violación, se fagocitarán en una pira que permitirá romper con dinámicas dañinas y abrir laderas.