Lo que fue el futuro, de Daniela Alcívar es una continuación lógica, el universo expandido, de Siberia, un año después, un libro donde la autora ecuatoriana repasaba el trauma de la pérdida de su hijo a modo de catarsis, entrelazándolo con memorias familiares.
En este nuevo trabajo, Alcívar ahonda en sus obsesiones como autora con una mirada en estado de gracia, fulgurantemente poética, y una fascinante capacidad para interpretar la realidad. Dicen que es una novela existencialista, y tiene sentido, aunque yo lo he leído como un diario, libro de memorias o collage de pensamientos. Da igual, porque al final es un texto donde la protagonista cuestiona su lugar en el mundo. Si en Siberia lo hiciera desde el dolor de una pérdida reciente, aquí lo hará con el hilo conductor de un yo en crisis matrimonial, pero mucho más maduro, obligado a deconstruirse y replantear sus certezas.
Tiene el libro señas características que son marca de la casa y suponen pilares fundamentales de su literatura. El que más llama la atención es la conexión con el espacio natural y los animales. En pocos libros verás una sensibilidad tan especial con el clima y el paisaje, por los gatos, perros, gallinas, pájaros e incluso abejorros. Esta mujer no podría matar una hormiga. Pero no es baladí, el respeto y la integración con la naturaleza es una declaración de intenciones, una forma de habitar este mundo, tantas veces cruel. También subyace la idea de fidelidad, de aceptación y de la levedad de la intrascendencia que transmiten os animales, y se cuela en el discurso vital de la protagonista.
La memoria familiar vuelve a servir como elemento vehicular entre pasado y presente, desde la investigación de la vida del padre de su madre (manera muy significativa de llamar al abuelo), Walter Bellolio, un escritor desdichado a punto de dar el salto de popularidad, la ausencia de un padre dado a la bebida o la conexión con diferentes amigas de la infancia, Alcívar disecciona qué fue de las expectativas sobre la vida, las propias y las ajenas. Probablemente, el motivo del título.
Otro aspecto transversal es la reivindicación de género y el papel de la mujer, presente tanto en la forma de acercase a la memorial familiar, como en el día a día del personaje principal (un trasunto de la autora). Tiene tres pasajes esenciales donde toma relevancia, cuando investiga las cartas del padre de su madre, donde sus amantes le piden que asuma su paternidad, y descubre una excepcional escritora espistolar, el repaso de los roles de géneros en la memoria sentimental de la revolución política latinoamericana, y los paseos de infancia donde un militar acosa a la protagonista y su hermana.
Y luego está, claro, la crisis matrimonial, que es también una crisis de la amistad y una crisis del propio yo. Tiene, pese a todo el melodrama que pregona el personaje, una gran madurez e inteligencia afrontándolo. Desde ese yo indefinido, íntimo, confesional, tierno, autoparódico, sensible, precioso en definitiva, es como Alcívar sigue creando, a fuego lento, una obra personalísima, única en el mejor sentido de la palabra.