En El empleado del mes, el tercer episodio de la cuarta temporada de Los Soprano, vivimos con la Doctora Melfi todo el viaje posterior a su violación, tanto burocráticamente como a nivel personal y emocional. Sentó un precedente en la ficción televisiva, porque pocos afrontan el “después”, el tiempo de las heridas. Lidia Caro Leal lo afronta, y sale airosa, en el plano de la autobiografía en castellano con Los años que no, que narra el tiempo desde que un agresor sexual la viola hasta que, años después, algo hace clic y aún llena de magulladuras, vuelve a sentir, a amar y a vivir de nuevo por la obligatoria senda que el tiempo presenta en el horizonte.
A modo de novela en primera persona, Los años que no es un libro valiente no sólo por el qué cuenta, en plena resaca del me too y con una legión de incels y negacionistas de la violencia contra la mujer en las redes, sino por el cómo. La autora tiene una voz desprovista de autocompasión y a años luz de la autoayuda, dolorosamente poética, descreída y exhausta, pero también tierna y brutalmente honesta. En sus años que no escribe sin piel, es sangre y nervio, costra y herida.
La escapatoria de la protagonista hacia EEUU para olvidarse de la que ya nunca será, la lucha burocrática contra una ley obsoleta y una sociedad enferma, la transformación de la relaciones paternofiliales y el despertar de su bisexualidad, dotan de sustancia al relato. Lidia retrata también el dolor de la generación millennial, sus perspectivas truncadas, sus frustraciones y anhelos. Su autorretrato dibuja un personaje que, aún con su carga a cuestas, se obliga a seguir viviendo. El camino de derrumbe, deconstrucción, auto-aceptación y vuelta a la cotidianeidad (si es que eso alguna vez sucede) se lee casi como si estuvieras compartiendo la confesión en la intimidad una habitación, la única patria que reconoce la narradora.
Este testimonio puede ayudar a muchísimas mujeres que han sido víctima de violaciones y agresiones sexuales, por el mensaje que desprende, sospecho que sin quererlo: Que siempre, si remas y remas y remas, aun con una cicatriz de por vida, puede aparecer un mañana. Que los años del sí te esperan, al final del túnel, para darte una nueva esperanza.