El universo noir y fronterizo entre México y Estados Unidos siempre ha sido un escenario novelesco fértil, muy fecundo en los últimos años, en contraste con la aridez de aquellas tierras. Las condiciones de pobreza y de violencia, lo inexplicable de su inhumanidad, la condición de puerta de entrada a la tierra de los sueños y de umbral de huida y renacimiento, así lo propicia. Pero siempre ha sido un terreno más poblado de escritores que de escritoras.
Hasta que ha llegado Beatriz García Guirado, ha dado un puñetazo en la mesa y ha desplegado una original novela, loquérrima en su forma, pero coherente en su espíritu, sobre el camino hacia la perdición de Harry Butterfly Santana, un pobre infeliz asediado por la violencia, obligado a huir de sí mismo desde la niñez, que va convirtiéndose en un monstruo con el paso de los años y la sucesión de desgracias que le asolan o que él mismo se busca.
Es un títere más en El Paso del Escorpión, un violentísimo espacio imaginario (o no), donde la adicción a los fármacos y el fanatismo religioso secuestran la cordura de una sociedad ebria de violencia e incapaz de generarse un atisbo de esperanza. Este escenario, una mezcla de Carnivale, Leftovers, Breaking Bad y Twin Peaks, y el viento chirrioso siempre presente, son esenciales para comprender la opresión y caída de sus protagonistas.
Con una estructura narrativa a dos voces, la del propio Butterfly entrevistado por las personas que le visitan en la cárcel antes de pasar por el corredor de la muerte, y la novelesca voz de Gabe Henson, autor de un best seller sobre el caso que llevó a Butterfly al trullo, Guirado construye una novela que se sustenta con una magnética prosa, muy poética y negruzca, y unos diálogos que te hacen masticar la arena del desierto.
Un aterrador viaje por una tierra inclemente que duele tanto como la picadura de un escorpión.