¿Habrá algo de De Vigan que no me enganche? Porque todas sus novelas las leo con una avidez que no es normal, la devoro con lujuria, soy de ansia fácil pero con esta mujer todo se multiplica exponencialmente. Dicho lo cual, librazo, como toca ese punto que enardece los sentidos, siempre certera, a un nivel de cirujana.
La temática elegida es salvaje, niñes YouTubers, criaturas sobreexpuestas, exhibidas por su propia familia, mostrando absolutamente todas sus acciones cotidianas, una crítica feroz a los canales familiares que han proliferado en los últimos años y que tan suculentos beneficios han generado a esos progenitores que poco han pensado en el bienestar, la salud mental y, mucho menos, el derecho a la propia imagen inherente a las personas desde que nacen.
La desazón que se pega al cuerpo, al ser consciente de que nadie va a proteger a estos menores de la explotación que sufren a diario, hasta que ellos mismos tomen las riendas de su vida con la mayoría de edad, algunos de ellos ya tan tocados que jamás podrán salir de ese bucle terrorífico, no saben vivir de otra manera.
En la novela es Mélanie, la madre, que creció adorando los reality shows, la que comienza la andadura de sus vástagos primero en YouTube y luego ya en Instagram a nivel stories constantes, registrando unos niveles de suscriptores de millones y unos beneficios desorbitados…
Y con esta premisa de la vida en directo, del gran hermano, de la exposición online, comienza este thriller con la desaparición de Kimmy, la hija pequeña y su investigación y consecuencias futuras; que me ha parecido desgarrador, brutal y me ha tenido pegada a sus páginas hasta poder terminarlo.
De verdad, ¡pero qué genia!.