El premio Biblioteca Breve 2022 sigue la estela de sus predecesores y también es una gran novela. En este caso la firma Isaac Rosa, uno de los mejores novelistas del país y un referente cultural para la izquierda al que el tiempo nos hará valorar en mayor medida. Quien nos dejara hace no demasiado en shock con su Feliz final o firmara alguna de las obras paradigmáticas de la crisis económica española como La mano invisible, vuelve ahora con fábula de apariencia distópica y en el fondo esperanzadora.
Lugar seguro dibuja, en un futuro muy próximo y con un barniz distópico, una novela sobre la deriva moral de la sociedad contemporánea, su individualismo, competitividad salvaje y ambicio de éxito, fama y riqueza. Al menos esa es la deriva de su protagonista, el segundo de los Segismundos Garcías que puebla la novela. Antes estuvo un padre fracasado y con Alzheimer cuya enfermedad sacó de la cárcel, y después estará, si nadie lo remedia, Segis, su hijo y compañero de camino en al menos la mitad de este libro.
Y es que, con mucho oficio, Rosa emplea una estructura de road movie (pero a pie) en la vida de un comercial de Búnkers que, mientras hace malabares para conseguir clientela a costa de vender miedo y abrir una línea de crédito con su banco, intenta que su hijo no se despeñe y se pregunta qué fue mal en la relación con su padre. Y como en casi toda road movie, no falta el mcguffin y la transformación en el camino. El peligro de la novela es que durante los primeros episodios puede parecer demasiado caricaturesco, pero a decir verdad, ¿quién no conoce algún personaje aún peor que este Segismundo?
Lo político, en el sentido más amplio de la palabra, está muy presente en este trabajo. Hay temas que refieren a este ciclo político de deriva conservadora. El autor se adentra hasta los rincones más oscuros en un alma, la de Segismundo, un pobre neoliberal borracho de ambición, que cree comprender cómo se sobrevive en un mundo casi a punto de quebrar, donde los zombies -aquí los pobres- acechan a la vuelta de la esquina. Es una crítica brutal al clasismo y a la prosperidad aspiracional de cierta clase media. En algunos pasajes, el que da lugar a un monólogo “ecomunal”, se puede leer una crítica a la deriva del 15M y su elección política: fiarlo todo a la política de partidos.
Queda el mensaje latente, incluso en su irónica caricaturización ecologista y como contraste esperanzador, de que cuando el mundo esté peor nuestra única vía de supervivencia será congraciarnos con la madre tierra. Y por último, y quizás lo más importante, es este un libro de reinvidicación de los afectos (sus páginas de revelación son excelentes), encarnados de manera muy tierna en este libro por Yuliana, una migrante que lanza el último salvavidas a un protagonista empeñado a renegar de todo lo que nos hace humanos. Porque los afectos, mucho más que un búnker, sean probablemente nuestro último lugar seguro.