Si una reflexión nos sobrevino tras el impacto de la pandemia, durante los primeros meses -luego ya se olvidó, como suele pasar con el ser humano-, era qué clase de vida llevábamos para descuidar lo esencial de nuestras vidas y situar antes preocupaciones que solo le atañen a terceros. Muchas personas conectaron con una parte de sí que dejaron olvidada con las exigencias del día a día, su estrés traumático y esa pesada y vieja normalidad. Al final se ha descubierto que la nueva normalidad se parece mucho a la antigua, pero de alguna manera las grandes obras del confinamiento están por llegar y será entonces el momento de sentarnos en el diván.
Una de ellas puede ser el libro de relatos de María Bastarós, No era esto a lo que veníamos, que de forma consciente o inconsciente, cuestiona la vieja normalidad creando un universo único y reconocible, envueltos en una prosa que, desde el futuro, descubre perfectamente los motivos de sus personajes. Sus protagonistas son mujeres que cuestionan su lugar en el mundo y se enfrentan a un mañana incierto; no sin temores, no sin anhelos, no sin renuncias, pero lo enfrentan y, solo el hecho de hacerlo, ya supone su primera victoria.
Enmarcados en la zona de Los Monegros, en esa Zaragoza desértica, llena de polígonos, gasolineras abandonadas, paisajes infinitos y carreteras imposibles, como si fuera una especie de Texas ibérico, Bastarós confina a sus personajes en una atmósfera claustrofóbica, donde el instinto invita a la escapada en una carrera por la supervivencia. El uso del espacio es pura estrategia narrativa. Esta colección de relatos, que coquetea con el género de terror, contiene una perspectiva de género que desgrana, sin subrayados y con la naturalidad propicia en cada historia, muchos de los temores y amenazas a las que se enfrentan las mujeres por el hecho de serlo. Los prejuicios culturales, la violencia como fórmula de ejercer el poder, el qué dirán del clasismo, la competitividad de la masculinidad tóxica, el robo de la inocencia… van pasando temas y uno reconoce en estos relatos a heroinas de lo cotidiano frente a siglos de tradición machista.
Sobrevuela al conjunto, un componente fantástico (como en “Hambre de qué”), que recuerda a algunas otras jóvenes escritores latinoamericanas, algunas de su misma editorial, Candaya. Aunque el tema que enhebra el conjunto de cuentos, quizás sea la incertidumbre. Como el futuro que nos viene, como el horizonte que veíamos desde los balcones durante el confinamiento, o este gris reciente de las guerras, ese plomo del mañana solo se puede enfrentar de una manera: andando. Eso es lo que nos dice la autora en esta apelación literaria de los tiempos que corren.