Al comenzar una novela publicada por una editorial pequeña y poco conocida, reconozco que suelo cometer la injusticia de ser especialmente escrutiñador y me lanzó con mayor ahínco a encontrar las taras de la misma. Sospecho que somos más escrupulosos, porque de algún modo sentimos que la obra nos llega menos amparada, más expuesta. Por todo ello, cuando Barrancos le da la vuelta a todo esto, redescubres sus bondades literarias desde una intimidad diferente.
Barrancos es una novela que sabe a lo que juega; con un talante áspero, pero con un hueco para la emoción, anida un pulso paternofilial de culpas y silencios. Sus reminiscencias literarias son múltiples, pero Faulkner y Rulfo brillan en este enjambre. Andrés Barrancos, con sus 29 años mal llevados, nunca ha encontrado en su padre una figura afectuosa, sino más bien todo lo contrario, ya que con él todo era hosquedad y desdén. Ahora se encuentra con que debe jugar un rol crepuscular al cumplir la última voluntad de su progenitor, que consiste en trasladar sus restos a un pueblo del que nunca antes ha oído hablar. Es entonces cuando Barrancos se desplaza a Aljarán, porque le dijo que acá nació y en ese páramo quiere descansar. La misión tiene un motivador económico detrás, dado que Andrés no es capaz de valerse por sí solo, pero este viaje, como suele suceder, tendrá mucho de catártico. Y conocerá un pasado familiar teñido de dolor.
Si bien al principio el autor abusa de las metáforas, en seguida el texto se naturaliza y entra en una dinámica muy favorable. Hay algunas escenas culmen; en especial me han interesado los altos de conducción en los bares de gasolineras remotas, con llamadas de una nebulosa étilico-traumático-sentimental poderosísimas. También merece un comentario muy positivo la gestión narratológica y el gradual proceso de concesión de la información durante la estancia en el pueblo.
Pablo Matilla (Mieres, 1986) ha escrito una primera novela muy interesante. No es de extrañar que con su libro de relatos, La sabiduría de quebrar los huesos, publicado en 2017, ya obtuviese atención de la crítica especializada, consiguiendo algunos premios. Ahora trabaja en la Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonés.